sábado, 29 de abril de 2017

Cimadevilla, el barrio marinero

   En Cimadevilla, Cimavilla o el barrio alto... se encuentra el origen de la ciudad actual de Gijón. Un barrio que, gracias a la profunda recuperación de las últimas décadas, hace posible uno de los recorridos urbanos más completos de la historia local.
   Un paseo por Cimadevilla da a conocer calles y plazoletas del antiguo barrio marinero, casas con pasado noble de navieros, intelectuales y aristócratas, capillas de gremios, restos de murallas romanas, puestos defensivos cara al mar y un circuito alrededor del Cerro de Santa Catalina cuyo trazado discurre por los dos bordes marítimos. 

EL BARRIO MARINERO
Vista posterior de la torre de la Colegiata de San Juan Bautista y patio trasero del Palacio de Revillagigedo. Al fondo Casa de Paquet. A la derecha el recrecido de las murallas. La Colegiata y el patio del Palacio son dos de las entradas a Cimadevilla

Fachadas posteriores de edificios de la plaza del Marqués vistas desde un rincón de la calle Recoletas



Casa de la plaza de la Soledad. A la derecha
una casa tan estrecha en la calle Rosario 

que parece medir la longitud de un remo. 
Eso dicen    


















Plaza del periodista Arturo Arias. A la derecha escaleras hacia la antigua Tabacalera



Dos imágenes de la calle Atocha. Escalera adosada típica en el barrio


Edificio de cuatro lados exentos. Por delante da a la plaza Arturo Arias y por detrás
 a la calle Vicaría. Su entrada es la escalera exterior y puerta antigua partida. En la parte de atrás tiene un mojón que protege la esquina

Una casa entre dos muros cortafuegos
que evitaban la propagación de incendios
en las plantas de madera  
Uno de los muchos rincones que quedaban al adaptarse la construcción a la forma del terreno 








    La actual torre del reloj se construyó en 1989 sobre los restos de la muralla romana. Es una recreación de la antigua torre, demolida en 1911, que ocupó primero el Ayuntamiento y después la cárcel.

   Actualmente es el Archivo Municipal. Custodia una parte importante de la documentación histórica de la ciudad, dispone de una hemeroteca y una fototeca, sala de consultas y una pequeña muestra museística. 
    El relieve y forma del Cerro de Santa Catalina y su orientación al mar condicionó la edificación que tuvo que amoldarse al terreno y protegerse del frío. No se puede olvidar que el Cerro es una pequeña península. Por eso cuando paseamos por el barrio es fácil tropezar con las soluciones constructivas que resolvían los problemas de su configuración abigarrada y en cuesta.
   Hay mojones en las esquinas que protegían de los golpes de las carretas, muros de contención para resguardar las viviendas que quedaban bajo el nivel de las calles que subían al Cerro, escaleras que salvaban desniveles, anchas medianeras de piedras que separaban las casas. 

Escalera entre la calle Oscar Olavarría
 y la plaza de la Corrada




Muro al final de la calle Eladio Verde. 
Subida a La Atalaya

Cortafuegos en la calle Rosario. A la 
izquierda mojones en Óscar Olavarría
y Vicaría

Calle Rosario con dos plazas a su izquierda. La Corrada, donde se celebraron las primeras corridas de toros, y el ensanche final de la misma calle Rosario

Calle Batería, llamada así por estar aquí una de las posiciones de la artillería. A la izquierda viviendas para marineros de promoción pública que fueron gestionadas desde 1947 por la Cofradía de pescadores 
   Junto a la Rula, que así se llamó siempre en Gijón a la lonja, están las rampas en las que recalaban las lanchas con la pesca. Hombres y mujeres la metían en las cajas para rular, la acompañaban con el hielo de su fábrica y, una vez subastada, la llevaban a las bodegas situadas por encima de la cuesta del Cholo y en la plaza de la Soledad. 
   La Rula y sus alrededores donde se concentraron durante siglos las faenas marineras es actualmente una zona de ocio con bares y terrazas, punto de reunión de gente de todas las edades.  
La Rula a la derecha con una de sus rampas. Al fondo la cuesta del Tránsito de las Ballenas. A la izquierda un centro de Sanidad marítima y las oficinas, hoy trasladadas al Musel, de la Autoridad Portuaria. Un paseo tranquilo una mañana de abril de 2017

La rampa de la Rula a la derecha. Al fondo las Cuestas del Cholo y de las Ballenas. Detrás el barrio de Cimadevilla. A la izquierda el edificio de la Autoridad Portuaria
Un paseo muy animado un atardecer de abril de 2017
   Entre los muchos libros que hablan de Cimadevilla y la vida marinera, hay uno de fotos del año 1984, Andar y ver Cimadevilla de José A. López Urrutia y Emilio Cueto Pérez. En él se puede constatar el cambio radical del barrio. 

  En los últimos veinticinco años han desaparecido prácticamente todas las huellas de la actividad pesquera y ha pasado a convertirse en un barrio en que abundan los restaurantes, terrazas, bares y sidrerías. En verano es una cita ineludible. En invierno empieza a serlo.
   
    Pero eligiendo las horas de acuerdo al gusto de cada cual este obligado paseo resulta interesante y muy entretenido. 
  Esta es una Cimadevilla, falta la otra, la de las grandes casonas, capillas, puestos militares, restos romanos.... 
      Para otro día. 



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Vuestras opiniones, observaciones, sugerencias.... siempre son bienvenidas.

lunes, 17 de abril de 2017

Ezcurdia 16. Juan Miguel de la Guardia

   Juan Miguel de la Guardia, arquitecto municipal en Oviedo, proyectó para Gijón dos importantes obras. Un edificio de viviendas frente a la playa, en Ezcurdia 16, en el que los rostros de mujer de los balcones son su rasgo más característico. El otro es un palacete de la calle Uría donde actualmente está el hospital de la Cruz Roja
    Ambas destacan por la belleza de sus fachadas. 
Segunda planta con caras en los arcos, pilastras y modillones, forjados en el balcón y dibujos al ácido en los cristales del montante


Balcón de la primera planta con pilastras y rostro de mujer
Ezcurdia 16
Reflejo de la Cruz Roja 

   De la Guardia, arquitecto y urbanista, diseñó en Oviedo sus edificios más emblemáticos y planeó el trazado urbano del siglo XIX tal y como lo conocemos. En la calle Uría, Fruela, Argüelles, Pelayo, Conde de Toreno.... podemos ver muchas de sus construcciones, el Palacio de la Diputación, el desaparecido y batallado palacio de Concha Heres y muchas otras que le dan su aire cosmopolita. 


   La casa de Ezcurdia 16 está integrada en la que se conoce como la manzana de Capua. Posee una cuidada fachada repleta de piezas ornamentales. 



Detalle del balcón del primer piso

Detalles de la cabeza y el ropaje 

Curiosa posición de las 
volutas y los ropajes 




Modillones centrales del segundo piso. A la derecha 
ménsula y adorno de cornisa










      
   Este edificio fue encargado por José de Cima García y proyectado por Juan Miguel de la Guardia en 1894. Consta de cuatro plantas con viviendas, una buhardilla y un sótano que aisla de la humedad. 
   En la composición de su fachada delantera hay diversos materiales, según el gusto modernista, piedra, madera, hierro, cristal ....
Balcón del segundo piso. A la derecha un adorno vegetal

                                      

   Aparecen también en piedra, grecas, cornisas, ménsulas y molduras.
   En el proyecto hay miradores sólo en las dos primeras plantas y serían de hierro. Se entiende que al estar frente al mar se sustituyeron con el tiempo por los actuales de madera que tienen poco que ver con esta preciosa fachada. 
La parte superior tiene un festón floreado de
azulejos entre piezas de madera  

Los miradores descansan sobre una repisa 
    
  

 La fachada trasera de galerías está orientada a la parte más soleada y se encuentra muy deteriorada. Da a una ciudadela. 
   El aumento de la población de Gijón como consecuencia del desarrollo industrial del siglo XIX obligó a construir todo tipo de viviendas. Este es uno de los casos en que las viviendas de los trabajadores se instalaban en patios de manzana compartiendo solar con las de la burguesía. 


   En el primer plano de la foto está la ciudadela de Celestino Solar de la calle Capua y detrás las galerías de Ezcurdia 16. Arriba asoma el casetón de la buhardilla.























    





      
  En el Archivo Municipal de Gijón está el proyecto de Juan Miguel de la Guardia, fechado en 1894, en él se ven los miradores del primero y segundo piso  con una  factura diferente de la actual.
    También está el plano del interior en el que se destina un espacio mínimo al aseo. En esta época el agua corriente en las viviendas era poco frecuente.  
  Un detalle interesante en la solicitud de licencia de construcción es la referencia a la ubicación, "frente al balneario La Sultana". 
Imágenes de portal con el techo
decorado y con adornos en los muros  
Antigua puerta. El basamento, igual al de
Cruz Roja, imita sillares

El interior de la casa, que estuvo habitada hasta el año 2004, tiene los techos de las habitaciones de cada uno de los pisos decorados con pinturas, todas diferentes. Se conservan en muy buen estado. Se atribuyen al pintor Ventura Álvarez Sala. También un arco muy bonito perforado con dibujos que divide una de las habitaciones italianas que dan a la playa y cristales con dibujos al ácido en los montantes.







       Dibujo de cristal 
























   Indudablemente es una casa que resiste muy bien sus más de 120 años. Ya quedan pocas. Tiene catalogado tanto el exterior como el interior y esperemos que su rehabilitación no se demore. En su fachada ya se anuncian futuras viviendas. ¡Ojalá las veamos pronto!.
     
     Es otra de las joyas de Gijón que se conservan y que a tantos nos gustan. 


  Pasear ante esta casa y las cercanas que forman esta manzana de Capua permite volver al Gijón de primeros del siglo XX. Es el único frente de la playa que, increiblemente, se libró de la especulación y resiste como muestra de un paseo del Muro desaparecido.    

Leo en el periódico La Nueva España de 9 de julio de 2000 un artículo de M. Castro en el que dice " el edificio...promovido a finales del siglo XIX por José Cima García, alcalde de Oviedo, como casa de veraneo frente al balneario de La Sultana, en la playa. Fue residencia del músico Julián Orbón" 

Actualización del 12 de julio de 2017. Atendiendo a Quique Menéndez retiro del texto el término "martillo de Capua". Él, que vivió en esta casa durante 10 años, insiste en que denominarlo "martillo" contribuye a la creencia de que obstaculiza la configuración del Muro. Hasta los años 50 las manzanas colindantes se hallaban alineadas con ésta. El afán especulativo extendió la idea de que su derribo y posterior retranqueo favorecerían a la playa. El resultado fueron los espantosos bloques de la fachada marítima, una vía con densidad de tráfico y la pérdida de sol en el muro.
   La manzana de Capua sobrevivió. 
  

sábado, 8 de abril de 2017

La Cruz Roja

   La Cruz Roja de Gijón tiene su sede y hospital en un palacete de 1889 situado en la calle Uría 37. En él todavía se encuentran rastros de la estética arquitectónica y decorativa del cambio de siglo. 
Calle Uría 37. Única fachada completa del palacete. Por la cristalera de la derecha se ve un tramo de otra fachada que se ha respetado 
   Fue proyectado por el arquitecto Juan Miguel de La Guardia como vivienda familiar del industrial gijonés Saturnino Alvargonzález y Pérez de la Sala. En 1914 lo adquiere Constante Felgueroso, uno de los Hermanos Felgueroso propietarios de la mina La Camocha. Pasa entonces a ser su casa familiar, donde vivirá con su esposa María Figar y sus hijos. En 1937, estando ésta viuda, dona el edificio a la Cruz Roja como hospital de los heridos de ambos bandos de la contienda.

 En su origen era una construcción con tres caras exentas, una a la calle Uría, otra a Adosinda y una tercera hacia el jardín posterior.
Palacete ya convertido en Cruz Roja como se ve en la bola del pilar de la entrada. Fotografía del libro "Historia de la Cruz Roja en Asturias" de M.Ignacio Viejo y Rubén Vega

Palacete original visto desde la calle Uría, en la que 
había numerosos chalets de los que no queda ninguno.
Al fondo la plazuela.
En el año 1948 siendo ya hospital de Cruz Roja se amplía con un pabellón en el jardín. En los 60 se añade una nueva construcción de mayor altura. Obras posteriores van ocultando poco a poco el frente del palacete.

En la última remodelación de los años 90, el arquitecto Ángel Noriega Vazquez, rescata parte de la fachada de la calle Adosinda. Hoy, perfectamente integrada, se puede ver en el vestíbulo del hospital.  

El sótano y la primera planta se mantienen. En la segunda ha desaparecido el mirador y parte de la ornamentación. Hoy se ven los huecos tapiados al ser un área quirúrgica  
   El basamento rasgado en forma de sillares con sus cuatro ventanucos enrejados deja ver claramente el edificio. A la izquierda, un cuerpo de distinto diseño corresponde al portal con un hueco de arco encima y una buhardilla de construcción posterior.
    Este edificio que pasa un poco desapercibido ofrece todavía, pese a las modificaciones, mucho para ver. 
Clave del arco de las ventanas
Clave del arco del portal

Ojo de buey original   
Buhardilla con dos arcos y parteluz de
columna, pilastras laterales con 
volutas y 
frontón curvo.
La desaparecida cubierta de zinc le daba
un aire afrancesado


Primera planta con ventanas de arco de medio punto, 
con carátulas en las claves, balaustrada y frontón 
Entrada con puertas
montante
 muy elaborados  





















Arcos con cierres de forja que proporcionan luz al portal


Basamento y arco conservados en el vestíbulo

Adorno vegetal en el arco sobre el portal



Cornisa sobre balcones del 
segundo piso



Dentro del edificio, al traspasar el arco entre el actual hospital y el antiguo palacete, hay grandes puertas de madera con montantes que recuerdan el carácter noble de esta casa.



Remate de escayola   




Pero donde se mantiene intacta la obra del arquitecto Juan Miguel de La Guardia es en el interior del portal, un auténtico repertorio de decoración modernista.

Cariátide a modo de ménsula
bajo el dintel
Vista general del portal  con un historiado
cortaviento
Techo de molduras de diseño geométrico
y muros con frisos, columnas y entrepaños


Detalle de la abundancia de elementos modernistas en el zaguán 





Zócalo de mármol

 

















    
La Cruz Roja, asociación de voluntarios civiles, fue creada en Ginebra en 1863 para asistir a heridos en campaña. Doce países acuerdan un estatuto de neutralidad y protección para sus voluntarios y hospitales, siendo además los únicos autorizados para auxiliar a la sanidad militar en conflictos bélicos. Años después esta asistencia se extiende a las víctimas de catástrofes, epidemias, prisioneros y refugiados y a otros ámbitos de la atención sanitaria. 
    En Asturias se crea la Cruz Roja en 1874. La red asistencial de Gijón interviene en las constantes inundaciones producidas por la ausencia de canalizaciones, en el traslado de heridos, en las epidemias como la del tifus de 1911 y con sus dispensarios como el hospitalillo del Cerro de Santa Catalina o la Casa de Socorro. Transcurridos unos años con muchos altibajos en su funcionamiento, la organización se consolida en 1937. Su creciente participación en la atención hospitalaria obliga a buscar un centro adecuado, razón por la que en 1942 se instala en el palacete de Uría 37, su ubicación definitiva. 

   Para saber más de su  labor en Gijón se puede leer "Historia de la Cruz Roja de Asturias" de Manuel Ignacio Viejo y Rubén Vega García. Una descripción de su trayectoria desde sus comienzos muy bien documentada y que se acompaña de interesantes fotografías. 

  Frente a la fachada de la Cruz Roja hay un banco en el que puede uno sentarse y, simplemente, contemplar las caras de los arcos. Es una idea. El edificio se lo merece.


   Agradezco al director de la Cruz Roja su amabilidad al autorizarme la visita al centro así como las facilidades que me dio para poder conocer y fotografiar la parte más antigua del hospital.